La D la indica Hübner como delta griega, por lo que evidentemente tenía la forma cursiva de tres trazos tan usual en los epígrafes emeritenses de la época (Navascués y de Juan 1948 [2019], nº 42).

Monsalud no indica las circunstancias del hallazgo. Seguramente de Mérida. Pasó a la colección del Marqués de Monsalud, donde ya estaba en 1899. Allí, en el palacio de Almendralejo, Navascués la buscó inútilmente antes de 1948, sin lograr ya entonces averiguar su paradero.

Para Navascués y de Juan 1948, "Isidorus Ursicinus (transcritos por Monsalud), dos nombres en el mismo epitafio, correspondientes a un solo difunto, es cosa tan rara en estas inscripciones que no se puede aceptar sin comprobación". Fabre (1980) corrobora esta anomalía onomástica y le extraña los dos cognomina sugeridos por Monsalud que sólo se atestiguan de manera excepcional en la Península Ibérica. Por todo ello es considerada como falsa en CICMe, i.e. Ramírez Sádaba - Mateos Cruz 2000, 257.
Hübner creyó que podía ser del siglo VI. La láurea que encerraba el epígrafe es indicio de que se grabaría en la primera mitad del siglo VI (Navascués y de Juan 1948 [2019], nº 42).