La mayor parte de las letras tiene una altura regular de 4,1-4,2 cm. Son relativamente abundantes las más pequeñas intercaladas o encajadas en las mayores. Estas son siempre aquí las vocales E, I, O y U. La altura de estas letras menores varía de los 1,2 a los 2,4 cm. En l. 2, I (de RIS) más pequeña y V ligeramente más pequeña, de 3,4 cm, la cual tiene el trazo izquierdo cobijado en la T que le precede; en l. 3, las I voladas; en l. 4, primera O y última V embutidas, la última I volada; en l. 5, primera O embutida; en l. 6, V (de CVM) e I embutidas; en l. 7, las dos últimas I y la última E son más pequeñas, y AN en nexo. Interpunción al final de líneas 3 y 5: parece una alargada y esquemática hedera o incluso la reja de un arado.
Las letras están grabadas a biseles, pero obsérvese que unas lo están profundamente con los biseles muy abiertos, mientras otras son más someras con los biseles más cerrados. Aun en una misma letra adviértense estas diferencias. Las A son todas iguales, con el trazo transversal recto y horizontal. Las tres B son iguales, salvo diferencias de proporción, y aparecen formadas con un trazo vertical y dos curvos que se cierran sobre el primero guardando cierta distancia entre sí. Las C acaban en punta aguda o roma. Las D tienen tendencia a fundir en uno solo los trazos segundo y último, como pretendiendo la apariencia lapidaria clásica romana de esta letra, hecha con sólo dos trazos, uno recto y otro curvo uniendo los extremos de aquél. En las M la unión de los trazos centrales llega hasta la línea inferior del renglón, y sólo la unión más o menos próxima o superpuesta de los trazos en lo alto de la letra produce algunas variantes accidentales. Las O son siempre ovaladas, acusando su hechura en dos tiempos y tendiendo el apuntamiento hacia la línea inferior del renglón en algún caso. Las P son todas cerradas. De las seis R cuatro son cerradas, con el tercer trazo saliendo de la curva del segundo a corta distancia del vertical, o de la misma unión del primero con el segundo. En las dos restantes R (en l. 7 y l. 8) el segundo trazo se une al vertical cerrando la curva, o desligado de él y revuelto en su extremo inferior, las deja abiertas, saliendo el tercero del vertical con absoluta independencia del segundo, y quedando entre ellos notable separación, de forma análoga a la de las B. La V está grabada siempre, doce veces, en la forma capital clásica, excepto la V de domum (l. 1), caracterizada porque la unión de los trazos se prolonga horizontalmente hacia la derecha, igual que la forma cursiva epigráfica (Navascués y de Juan 1949).
Ver también: HEpOL 24753.
- (cruz) hanc domum iu-
- ris tui placata posside
- martir Eulalia •
- ut cognoscens inimicus
- confusus abscedat •
- ut domus hec cum habi-
- tatoribus te propitiante
- florescant
- amen
ILCV 1900
CMBad 2023
ICERV 348
HAE 993
CICMe 3
HEp 13, 2003/04, 173
HEp 18, 2009, 49
CLEHispaniae BA 7 (CLEo BA7)
AEHTAM 612
3 Plano omitió la interpunción. Se ha escrito martir por la forma correcta martyr con grafía griega.
4 COGNOSCENST, Macías.
5 Plano omitió la interpunción.
6 Monoptongación de haec en hec (Hübner pensó que hec estaba por hae).
"La inscripción tiene además función apotropaica como reza la fórmula inimicus abscedat. Por ciertas expresiones que aparecen en el texto (inimicus, confusus; domum iuris tui; placata) la inscripción aludiría a ciertos sucesos, supuestamente precedentes a la redacción y colocación de la placa en el acto de inauguración, o tal vez de reinauguración de la casa. Aquellos estarían relacionados con los enfrentamientos acaecidos en Mérida entre ciudadanos católicos, mayoritariamente de origen romano, y aquellos de fe arriana, la mayor parte de ellos, godos, durante el pontificado del obispo Masona (571-605 d.C) y los reinados de Leovigildo (567-586 d.C.) y su hijo Recaredo (586-601 d.C.), hechos narrados en las Vitae Santorum Patrum Emeretensium (V 4-6). Dicha interpretación surge, precisamente, de la relación entre la terminología empleada en las Vitae y en esta inscripción: el término inimicus haría referencia a los arrianos que tomaron parte en este conflicto y a sus posibles seguidores; por su parte «confusus» (confundido, turbado) se refiere, por metonimia, a los arrepentidos perdedores del conflicto religioso-político. La domus, calificada como iuris tui, alude a la devolución, ordenada por el nuevo rey Recaredo, de los bienes eclesiásticos que habían sido arrebatados a Masona por los arrianos, con el apoyo de Leovigildo, por orden del nuevo rey Recaredo a Masona, y habría que entender como «propiedad legítima de la Santa». La santa aparece calificada como placata, pues había estado enfadada a causa de la usurpación de su basílica así como por la ocupación de la domus por el bando arriano. La domus cum habitatoribus, dentro de este ambiente eclesiástico, podría ser identificada con una dependencia de su basílica, un seminario o un orfanato, o más seguramente un monasterio (cf. Vitae, V 8,1); de todas formas, tampoco se puede excluir que se trate del famoso xenodochium construido por el propio Masona" (Trillmich 2004). Sin embargo, "el inimicus aquí execrado no son, como señaló Trillmich (2004), los arrianos, sino el diablo y, en consecuencia, la inscripción no hace referencia a la lucha final entre éstos y los católicos, sino que recoge un exorcismo, con las cláusulas y fórmulas apotropaicas que se acostumbra a recitar en este tipo de oraciones. En favor de esta hipótesis se pueden citar algunos paralelos del Liber Ordinum, del Liber sacramentorum y del Oracional visigodo en los que se alude al demonio como inimicus e incluso como inimicus confusus, tal como aparece en el epígrafe" (Gil Fernández 2009).
Hanc domum iuris tui placata posside, martir Eulalia,
ut domus hec cum habitatoribus, te propitiante florescant
Fita pensó que se podía fechar en el s. VI d. C. (quizá influído por la fecha del hospital de Masona) y así lo repitieron Hübner y Mélida, sin añadir crítica propia. Navascués (1949), por razones de tipo paleográfico, por la diferencia de abertura de los biseles, y por comparación con el epígrafe de San Juan de Baños (de 661), piensa que debe datarse entre la quinta década y principios de la séptima del s. VII d. C. Entre 648 y 662 d. C. Ciertamente la fórmula Amen parece difundirse en Hispania a partir del siglo VII (cf. ICERV 183, 263 Y 317), pero quizá se utilizó ya el año 516 d.C. (ICERV 322).
Para Trillmich, se dataría en el lapso de tiempo transcurrido entre la vuelta del obispo Masona a su ciudad (muy probable en el año 586 d.C., cuando muere Leovigildo) y la derrota definitiva del arrianismo por la conversión de Recaredo al catolicismo en el III Concilio de Toledo (589 d.C.).
Según Gimeno Pascual, por la ordinatio, la letra y el tipo de hederae, es preferible dar la razón a Hübner y Fita –y más recientemente a Trillmich– y considerarla del siglo VI d.C.